Las cosas no ocurren por casualidad. Todo tiene un motivo, una reflexión y un por qué. El camino al descenso del Pontevedra CF en la temporada 2022/2023 está salpicado de por qués, algunos incluso mucho anteriores a que la actual campaña en Primera RFEF se empezase a disputar. Se me ocurren muchas maneras de diseminar este descenso. Un simple repaso cronológico de todos y cada unos de los hitos clave de la temporada nos serviría para explicarlo todo. Pero por darle algo de épica al relato y sumarle el componente bíblico al asunto vamos a optar por exponer los particulares 7 pecados capitales del Pontevedra CF que han llevado al segundo (o primero según los ojos que lo quieran ver) descenso de categoría de la era Murillo.
Silencio
El año del descenso comenzó con la ausencia total del club durante semanas. El Pontevedra CF desapareció del mapa en verano, un verano en el que la ilusión de la gente tras un ascenso se fue apagando viendo como el club al que seguían no tenía interés por dejarse ver. El cierre total por vacaciones hizo que se perdiesen posibles socios (dinero al fin y al cabo). También abrió los ojos a aquellos que estaban por la labor de cambiar de idea pensando que las cosas en el club se empezaban a hacer bien con la llegada de un Director Deportivo y un Director General. Nada más lejos de la realidad. El mismo perro pero con diferente collar.
Caos
Y a lo mejor ese silencio hasta fue positivo para que no se supiese del caos que estaba formado dentro. La palabra que mejor define al Pontevedra esta temporada a todos los niveles es esa; caos. Empezando por un verano en el que desde los medios de comunicación se decía que Toni Otero estaba apartado y que el peso en la planificación lo estaba llevando Roberto Feáns y siguiendo por la reaparición de Otero en una rueda de prensa en la que envió dardos bien dirigidos para intentar explicar la situación.
El circo caos siguió con la famosa lista de jugadores filtrada con futbolistas que no estaban fichados y así hasta un interminable resumen de pequeñas anécdotas que hicieron que la bola fuese cada vez más y más grande. La destitución del primer entrenador, que se entera de su despido por la prensa, para poner en su lugar al Director Deportivo y la llegada mes y medio después de Juan Señor son más de lo mismo. Caos, improvisación y gestión amateur.
Mal manejo del tiempo
Las cosas se deben hacer en tiempo y forma y el Pontevedra llegó tarde a todo. Firmó tarde y mal al entrenador, pues optaron por un perfil que no era el necesario para el estilo que se trataba de implantar desde arriba. Y ese fichaje tardío de Antonio fue consecuencia de nuevo de otro problema de mala gestión de tiempos con el intento de renovar al entrenador del ascenso Ángel Rodríguez.
Se trabajó tarde y mal el mercado de fichajes, firmando a jugadores a última hora que no hicieron la pretemporada y que, dicho sea de paso, no eran lo que el entrenador estaba pidiendo. Tarde se llegó también al mercado de invierno, pero ese es ya otro tema que más adelante trataremos.
La campaña de socios y todo lo que tuviese que ver con venta de entradas y organización de viajes tampoco se trabajó ni con antelación ni con previsión. Marca de la casa granate.
Mala distribución de recursos
Esto ya no es algo nuevo o exclusivo de esta temporada. La gestión económica del Pontevedra a nivel distribución de recursos es muy mala. Desde el club se apuesta a la teoría de poner todos los huevos en la misma cesta, un plan que puede funcionar algunos años pero que a la larga deja ver siempre todas las costuras.
Sin dinero para la base, sin dinero para el cuerpo técnico y con unas diferencias de salarios en plantilla más que notables que hacen que algún futbolista titular del equipo y pieza clave tenga que pedir ayuda a su familia para pagar el alquiler mientras otros que son habituales suplentes forman parte del podio de mejor pagados.
Soberbia
La soberbia y la falta de autocrítica se convirtieron en santo y seña de la comunicación del club. Cierto es que veníamos de varios años de total incomparecencia del consejo de administración y de la presidenta en el plano público, pero su reaparición sirvió para desatar tempestades en lugar de calmar las aguas por las que el club intentó izar las velas. Dos momentos en la memoria: la junta de accionistas y la rueda de prensa de la presidenta.
En la primera, además de echar a un consejero opositor de malas formas (con razón o sin ella), se disparó al corazón de ciertos aficionados sosteniendo que no eran del Pontevedra por criticar a la directiva. Se siguió después con una frase lapidaria alabando al accionista por encima del simple aficionado.
Como broche al acto de soberbia que fue la comunicación institucional tuvimos una rueda de prensa de una hora en la que Lupe Murillo acusó a un periodista de manipular y en un ejercicio diametralmente opuesto a lo que debe ser la autocrítica de un equipo que está en descenso, toda la hora de bronca desde los micrófonos se convirtió en una defensa a ultranza de su gestión usando los datos como armas arrojadizas.
Dejadez
Dejadez es igual a Mercado de Invierno. Todos coincidíamos en la etapa Antonio Fernández sobre que los problemas clasificatorios tenían más que ver con lo limitado de la plantilla que con el trabajo desde la dirección del banquillo, que por otro lado también era mejorable. Pese a que cualquiera podía ver eso, el club se agarró a las palabras de un director deportivo/entrenador en el que no creían para ahorrarse unos miles de euros y no tener que dar ni bajas ni altas.
Parece una constante a lo largo del texto cuando digo: «Había que hacer X y, cuando lo hacen, casi es mejor que no lo hubiesen hecho». Este mercado fue más de lo mismo. El Pontevedra no fue al mercado de invierno, fue a un After. Y en un After lo que hay es lo que queda. La dejadez de los granates convirtió al pobre Gonzalo Bueno en un meme.
Perdón
Resulta paradójico hablar del perdón como una pecado y no como una virtud humana, pero en este caso sí que la falta de contundencia a la hora de actuar del club en casos graves ha hecho evidente mella en el grupo. Y sí, estoy hablando del caso Guéye. El jugador senegalés no está ni cerca de ser el principal culpable de la temporada que ha hecho el club que representa pero es inevitable pensar que ha habido un antes y un después de su perdón definitivo. Ya no tanto con el regreso a los entrenos como cuando empezó a contar con minutos sobre el campo. El malestar en el vestuario estaba ahí y eso siempre afecta.
El Pontevedra podía presumir de tener un vestuario bastante sano y seguramente no existan fracturas entre jugadores, pero el caso Guèye fue y está siendo una distracción que el club se podría haber ahorrado si hubiese afrontado la situación con mano dura en lugar de poner la otra mejilla en una situación en la que todo el mundo hubiese comprendido lo contrario. La actual directiva ha puesto cruces a futbolistas (y no futbolistas) por cosas mucho menos graves que ausentarse durante semanas del puesto de trabajo.
¿Existe voluntad del club de expiar sus pecados?
Con muchos pecados que expiar al Pontevedra no le queda otra ahora que pagar su penitencia en Segunda RFEF. El proceso puede ser más o menos largo en este particular infierno que es la cuarta categoría nacional dependiendo de si los pecadores tienen verdadera voluntad de arrepentidos y trabajan por ganarse un perdón. El fútbol es justo y sabrá recompensarlos. Voluntad, al menos según comentan los que tuvieron la oportunidad de estar presentes en las reuniones entre peñas y club, existe. Tenemos que comprobar ahora si esa voluntad se convierte en hechos o, por el contrario, el club vuelve a las andadas y se cierra a cal y canto en un nuevo pecado de Silencio absoluto para iniciar de nuevo el bucle.